Bestard Canyon Guide, Mario Gaston nos cuenta sus impresiones

El calzado siempre ha sido un elemento fundamental de cualquier deporte.

En la montaña, las botas se erigen como auténticas herramientas de progresión que van más allá del concepto de prenda deportiva. De hecho, la evolución del calzado ha acompañado a los grandes hitos de la historia del alpinismo, desde que allá por los años 40 Vitale Bramani incorporara las primeras botas con suelas de caucho vulcanizado (Vibram).

El barranquismo, como cualquier deporte emergente, arrancó adoptando los materiales que ya existían en el mercado: neoprenos de buceo, arneses de escalada, cuerdas de espeleología… sin embargo, se dejó en un segundo plano el calzado, el cual era suplido por cualquier cosa que tuviéramos en casa a punto de desechar. Porque claro, no ibas a meter en el agua tus carísimas botas de alta montaña! Así que por aquel entonces el calzado por excelencia fue suplido mayoritariamente por zapatillas y botas usadas que encontraban en este deporte una segunda oportunidad.

Sin embargo, el barranquismo no es precisamente un deporte en el que podamos menospreciar un buen calzado. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un medio en el que el agua y la humedad crean espacios de progresión resbaladizos e irregulares donde se hace indispensable movernos con equilibrio, destreza y seguridad. Un patinazo en según donde, puede salir caro. Por eso, cuando el barranquismo ha llegado a su madurez, no ha extrañado a nadie que el calzado se sumara al conjunto de prendas deportivas especializadas en esta disciplina.

 

En mi caso, me inicié en el barranquismo con unas botas Salomon de montaña que mojadas patinaban como si las piedras fueran pastillas de jabón. Era lo que había… Con el paso del tiempo llegó el primer calzado barranquista. La era internet y las redes sociales ofrecieron espacio a los primeros “influencers” del mundillo mientras todo el colectivo estaba atento a cualquier novedad. Ser el primer fabricante te proporcionaba un lugar privilegiado en un mercado hambriento de material especializado y un público indulgente ante los defectos de los primeros modelos. Pronto descubrimos las bondades de disfrutar de un calzado que por primer vez se adhería a las piedras aunque estuvieran mojadas. La mejora deportiva era brutal y supuso un salto cualitativo en la equipación barranquista. Simultáneamente empezaron a difundirse las primeras actividades de alto nivel que sirvieron de referencia para muchos y de estímulo para otros, introduciendo en la disciplina un sesgo deportivo que transformó al barranquista en un cliente cada vez más exigente.

Bestard no tardó en sumarse a esta tendencia, sacando al mercado su primer modelo para barrancos, la Bestard Canyon Guide, en el que tuve la oportunidad de participar como tester de los primeros prototipos. Recuerdo que por aquel entonces fui muy duro con mis primeras impresiones. Lo que Bestard estaba ofreciendo en ese momento era distinto a lo que había en el mercado. Mientras los barranquistas habían asumido el desgaste prematuro de las primeras marcas y se echaban al monte con un calzado de aproximación para prolongar la vida útil de sus preciadas zapatillas de barrancos. Bestard trabajaba en un modelo de calidad cuya resistencia desterrara cualquier sombra de obsolescencia prematura.

Fue en el año 2005 cuando me di cuenta de la importancia que tenía un calzado barranquista resistente y de calidad. Por aquel entonces había ya todo un inventario de ñapas y trucos para solucionar los problemas habituales: hebillas rotas, suelas despegadas, desgaste de la suela, etc… Soluciones temporales a problemas habituales y totalmente normalizados. Y fue bajando un barranco durante una expedición a Madeira, cuando la suela de mi bota se despegó por completo y sin aviso. La fortuna quiso que fuera al final de la expedición, pero podría haber sido en el primer barranco o peor aún, en mitad del Joao Delgado, descenso de 1.380 metros de desnivel. Ahí vi con qué facilidad unas botas podían arruinarte una actividad.

Desde entonces, he realizado más de 10 expediciones internacionales

En Nepal, Perú, Ecuador o Costa Rica donde hemos abierto medio centenar de barrancos. Entre ellos cabe destacar el Runchet Khola (2.330 metros de desnivel) o la Cascada de Yumbilla (890 metros de altura). También he tenido la oportunidad de hacer barranquismo en Isla Reunión, Suiza, Azores, Italia, Francia, Nueva Zelanda, Madagascar… y he participado en la exploración del Sistema Lecherines (Huesca), donde pasábamos hasta 5 días bajo tierra a casi 1.000 metros de profundidad.

En todas estas actividades he estado usando la Canyon Guide de Bestard, por ser la única bota que me garantizaba la fiabilidad y la polivalencia que exigían estas expediciones.

Hablamos en cualquier caso de actividades donde las botas han sido fundamentales para progresar por kilometros y kilómetros de trocha abierta en mitad de la selva y explorar innumerables quebradas y cañones amazónicos. Lugares remotos donde es imposible encontrar cualquier repuesto. Como consecuencia de todo ello, he roto decenas de cordones, he arrancado varias válvulas y he “destrozado” varias punteras y suelas. Pero nunca me han dejado tirado. Estas experiencias han sido y son el mejor banco de pruebas para cualquier fabricante y doy fe de que a día de hoy la Bestard Canyon Guide es una bota prácticamente indestructible.

La Bestard Canyon Guide es una bota prácticamente indestructible

Quizás, el barranquista habitual piense que no necesita unas botas indestructibles, porque no tiene en mente embarcarse en largas y exigentes expediciones internacionales. Es normal. Pero el barranquismo es ya un deporte maduro que disfruta de sus propios materiales adaptados y las botas son uno de los elementos más importantes y caros. Por eso, como en cualquier disciplina de montaña, deberíamos exigir una vida útil similar a la de sus homónimas, especialmente ahora que vivimos en un mundo cada vez menos sostenible, donde la producción masiva y barata va acompañada casi siempre de una obsolescencia precoz y totalmente normalizada.

Si alguien se imagina una cadena de montaje totalmente automatizada, se decepcionará en cuanto ponga un pie en la fábrica. Encontrará a los trabajadores montando artesanalmente las más de 200 piezas que componen cada par botas.

En este sentido, tuve la oportunidad de visitar las instalaciones de Bestard en Mallorca. Si alguien se imagina una cadena de montaje totalmente automatizada, se decepcionará en cuanto ponga un pie en la fábrica. Encontrará a los trabajadores montando artesanalmente las más de 200 piezas que componen cada par de botas. No creo que sea el sistema más rentable del mundo. Tampoco creo que hacer botas resistentes, o facilitar la reparación de nuestro calzado usado, mejore su ratio de ventas. Podrían cambiar la composición de la suela por una más blanda y adherente, pero implicaría acortar su vida útil y renunciar al concepto “non marking” que permite proteger nuestros cauces de esas abundantes marcas negras que dejan otros fabricantes, en un contexto donde casualmente el colectivo habla con frecuencia de sobre equipamiento, de usar colas mimetizadas y hasta del “ghosting” como tendencia que trata de evitar cualquier huella generada por la manipulación del entorno. Así que aprovecho la ocasión para agradecer a Bestard Mountain Boots no solo la confianza depositada en nuestros proyectos de exploración, sino también su compromiso por la fabricación sostenible y una práctica deportiva sin impacto en el medio. Gracias por convertir unas botas en el mejor amuleto de nuestros viajes.


Mario Gaston
Técnico deportivo en Barranquismo y Espeleología / Bombero Forestal de la Generalitat Valenciana.